Japanese-Language Program for Overseas Students

2015/5/20

Compartiendo las experiencias de María José Arze Ybarnegaray

Comiendo takoyaki
Se visten de kimono
Este año 2013, no sólo viajé al otro lado del mundo, tengo la sensación de haber viajado al futuro, 13 horas en el futuro con exactitud.

Tuve la increíble fortuna de ver lugares y vivir experiencias que hasta hace muy poco podía considerar solamente un sueño.

Pasé dos semanas en Japón con un grupo de extraordinarias personas, no sólo aprendí sobre Japón y su cultura sino también sobre otras culturas, religiones y formas de pensar, significó para mí abrir los ojos ante el mundo y verlo de manera distinta.

Todos los estudiantes de japonés sabemos, en teoría muchas cosas sobre Japón, pero lo cierto es que leer sobre estos temas es muy diferente a vivirlos, por ejemplo, siempre imaginé al sake como la bebida de los samurái, sabía que tenía un sabor muy fuerte, pero al probarlo me sorprendió lo dulce que era. Es famosa también la amabilidad de los japoneses, pero no me imaginaba el alcance de esta; para de verdad entenderla, hay que vivirla. Hemos escuchado todos sobre la inmaculada puntualidad de los japoneses, pero al vivir unos días como ellos entendí el verdadero valor del tiempo; cuantas cosas puede realmente hacer uno en un solo día.

Entendí que la sociedad japonesa funciona tal y como un reloj, los engranes funcionan en perfecta precisión y ello debido a que, existen reglas para todo, como por ejemplo, en qué lado de las escaleras eléctricas debe parase uno si desea seguir subiendo o esperar a que la escalera lo lleve. Toda acción cumple la función de no causarle molestias a nadie.

La primera sorpresa que tuve fue al llegar Japón y salir de la estación de tren en Osaka, fue el olor, era muy similar al de los Yungas en Bolivia, el olor a vegetación, en medio de una ciudad tan grande. Pienso que Osaka es una ciudad construida en medio del bosque, una simbiosis perfecta entre naturaleza y modernidad.

Quisiera que existiese una cámara capaz de preservar sensaciones, olores y sabores. La imponencia de Nara y sus templos colosales, la belleza y paz de Miyajima, no solo el delicioso sabor de la comida sino la cuidadosa y bella manera en la que se presenta, etc.

Para mí la experiencia de ver el Domo en Hiroshima y el Museo de la Paz fue invaluable, pasé muchos años estudiando el tema, pero estar de hecho parada en el lugar que cambió la historia universal, fue para mí, difícil de creer. Tuve una amalgama de sensaciones entre tristeza y admiración. Un lugar dedicado a que nunca se olvide el fatídico hecho del 6 de agosto de 1945, y con el objeto de que no se repita jamás.

Se visten de kimono.

En Japón vive latente la mística de siglos pasados, de una forma de vida ancestral entretejida con una modernidad, tecnología e ingeniería que va más allá de la imaginación.

Creo que más allá de todo lo mencionado, la belleza de Japón se encuentra en su gente, en cada acto desinteresado de gentileza.

A raíz de este viaje, quiero aprender aún mucho más sobre Japón; mejorar en el idioma japonés y así poder volver algún día.

Agradezco profundamente a la Fundación Japón y a la Embajada de Japón en Bolivia por haberme dado la oportunidad de vivir este viaje extraordinario.

María José Arze Ybarnegaray